A veces a la sociedad se le ven las costuras del traje que se ha hecho. Aquí, un descosido, allí están a punto de reventar. Pasó con las residencias y la covid, cuando se extendieron la indignación y la vergüenza ante el elevado número de fallecidos y la deficiente gestión de la epidemia y de la atención en no pocos geriátricos. Una sombra que se proyecta cada cierto tiempo al conocerse problemas en algún centro o que volvió a planear en el apagón.
Ahora han causado inquietud las agresiones y la explotación sexual que sufrió una niña bajo la protección de la dirección general de Atenció a la Infància i l’Adolescència (DGAIA) de la Generalitat. Y, preocupan las supuestas irregularidades, múltiples y durante años, que habría cometido el organismo y entidades a las que tiene delegado el cuidado de los menores vulnerables.

Menores no acompañados durmiendo en la calle en 2019
Es terrible el caso de la niña violada y prostituida, aprovechando su desamparo, por un ser inhumano y otros que se sumaron al abuso, aunque si les pillan, dirán que era consentido (tenía 12 o 13 años), que ignoraban que era menor. Solo cabe esperar que actúe la justicia, aunque nunca será suficiente reparación para la víctima. Ojalá pueda recomponer su vida. Y cabe esperar que no haya muchos más casos (la red pederasta habría explotado a más menores), pero se han conocido de similares en los últimos años en Catalunya y otros lugares. Hay que extremar la atención, alertan los expertos en la prevención de violencia sexual contra menores.
La sociedad tiende a marginar, a olvidar a sus vulnerables, hasta que salta una alarma
De repente se nos han abierto los ojos a una realidad que muchos nos permitíamos ignorar. “Es que para eso se creó la DGAIA, para que cuide de los menores desamparados”, dice una amiga. Sí, pero, ¿y ya está?, ¿con eso basta?. La sociedad tiende a marginar, a olvidar a sus vulnerables. Además, como otras áreas públicas, a los servicios sociales se les pide cada día más, con recursos profesionales y materiales limitados, insuficientes.
La comisión de investigación parlamentaria y la “refundación”de la DGAIA anunciadas deben concretarse en cambios tan profundos como sea necesario, para corregir las inercias de mal funcionamiento y mejorar la atención de los menores. El sistema debe ajustarse a unas perspectivas realistas de institucionalización y acogida familiar. Deben explicarse los cambios. Y que lo que hoy es urgencia no se diluya en el tiempo y la burocracia hasta que otra alarma nos asuste.